En la década de 1630, el Conde Giangirolamo II Acquaviva d'Aragona (conocido como Il Guercio di Puglia) y su consorte Isabella Filomarino encargaron la renovación de la antigua iglesia románica de San Matteo. Dedicaron el nuevo complejo a los Santos Cosme y Damián Curanderos, a quienes los condes estaban particularmente dedicados, habiendo recibido una gracia de ellos.